domingo, 30 de diciembre de 2007

Cuento de Navidad 2.0

Los Santos Inocentes

La Biblia especifíca en su artículo 28/12 que la inocentada no podrá ser considerada pecado en ningún caso ni circunstancia. Este vacío legislativo supone el caldo de cultivo perfecto para esos bastardos que esperan su momento de gloria anual. No hay nada perverso en colgar de la espalda de alguien un simpático monigote. La cosa podría complicarse si utilizamos inocentemente escarpias de hierro oxidadas para asentarlo, aunque esto no parece lo habitual. En fin hasta ahí la inocentada es inocente. La inocentada propiamente dicha nace con Heródes que un buen día 28 de diciembre del año cero le dice a la secretaria en plan de coña: me cortais la cabeza a todos los recién nacidos y me las ponéis en montoncitos de diez. Esto hizo gracia en su época y decidieron repetir cada año. Es famosa la inocentada que le hicieron a Hitler al que mientras dormía le vistieron de judío ultraortodoxo con tirabuzones incluidos. Hitler que tenía según dicen un despertar difícil no encajó muy bien la broma. Según se comenta su odio antisemita se debía realmente a una fimosis mal rematada, pero esa es otra historia.

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